El paisaje de Nerpio es grandioso. La alternancia de grandes sierras y montañas que alcanzan sin dificultad los 1.700m y llegan incluso a sobrepasar los 2.000 en el caso de la Sierra de las Cabras con valles y barrancos, ofrecen una continua sorpresa a la mirada. La escasa población de un término de gran extensión propician el poder saborear la soledad y la paz de la naturaleza en su estado más puro. Merecen especial mención los fenómenos kársticos por los que el agua a través de las edades ha labrado caprichosas formas en la piedra caliza. Multitud de cuevas, simas y covachas, lapiaces que recuerdan el paso del agua y el hielo, afloramientos de agua subterránea, dolinas o grandes depresiones formadas por el hundimiento de antiguas cavernas.
El agua es el elemento que ha dado forma a estas tierras y vertebra su vida desde que los primeros pobladores de la zona, varios siglos antes de nuestra era, se asentaran aquí. Decenas de fuentes salpican los montes para confluir en numerosos arroyos y ríos que propician esa vida y pujanza natural que posee Nerpio. Turrilla, Huebras, La Zorrera de Yetas, El Toril, ríos y arroyos que labran en su camino estrechos cañones y componen saltos y regates de singular belleza. En la población de Nerpio el Acedas, tras atravesar la maquinaria del Viejo Molino, confluye con el Taibilla que es quizás el río más emblemático de la zona y que lleva décadas otorgando solidariamente su caudal a la cercana Murcia. El pantano de Taibilla, a pesar de ser obra del hombre, contribuye a la vida natural en su seno y en su entorno y conforma una laguna de gran belleza.