Es indudable que la mejor manera de poner en valor un conjunto de pinturas rupestres prehistóricas es manteniéndolas integradas en su entorno geográfico dentro de los parajes donde fueron concebidas.

El Parque Cultural de Nerpio consigue esta integración, creando un  auténtico museo al aire libre, donde arte rupestre, fauna y flora, geología, historia, etnografía, etc., se unen para dar lo mejor de Nerpio al visitante.

Pero dentro de este conjunto cabe destacar el Abrigo de la Hoz, el Abrigo de Viñuela, el Abrigo de los Ídolos, el Abrigo de los Sabinares… Pero en especial hay que nombrar el conjunto de la Solana de las Covachas, donde un grupo de figuras muestra una danza donde un personaje masculino preside un grupo de mujeres con largas faldas.

Y por supuesto, el Torcal de las Bojadillas donde figuras humanas aparecen solas o por parejas sin apenas escenas grupales de caza.

Pinturas Rupestres de Nerpio. Torcal de las Bojadillas

En definitiva, las pinturas rupestres de Nerpio son todo un conjunto para deleitar nuestra vista.linea-negra

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Desde sus orígenes, la humanidad ha sentido la necesidad de transmitir, de plasmar sus creencias, sus ideas, los ritos o las costumbres de su cultura.
Posiblemente la pintura sea una de las formas más antiguas y continuada de expresar como las sucesivas culturas y sociedades han vivido y entendido su propia realidad.
Muchos investigadores opinan que el arte rupestre puede estar relacionado con prácticas mágicas, religiosas o espirituales, y que se realizaban para propiciar la fertilidad, una caza segura, la derrota de los enemigos, o quizás la señalización del territorio al que se pertenece, lo que supone que su significado va mucho más allá de una expresión artística. Salomón Reinach comenta que el “artista prehistórico” no tuvo ninguna intención de agradar o complacer, ni de sorprender, sino que su intención era “evocar” a través de sus pinturas, y así éstas se convertían en un auxiliar mágico del hombre para relacionarse con las fuerzas invisibles o sobrenaturales. A pesar de todo, es muy difícil y complejo interpretar con certeza desde el presente el sentido real que sus autores pretendieron otorgar a cada una de las representaciones hace miles de años.
Los testimonios más antiguos de arte rupestre que se han encontrado se localizan en Australia, y tienen unos 40.000 años. Europa y la península Ibérica no permanecieron al margen de este proceso por lo que albergan manifestaciones pictóricas desde el Paleolítico Superior hace unos 30.000 años.
En este contexto, el área Mediterránea Ibérica acoge una de las representaciones de arte rupestre más singulares del mundo y de las mejor conservadas de Europa. Estas manifestaciones milenarias proporcionan una imagen excepcional de unos períodos fundamentales de la historia de la humanidad.
Este reconocimiento de su valor culminó en 1998 con la declaración del Arte Rupestre del Arco Mediterráneo como Patrimonio Cultural de la Humanidad, por plenario de la UNESCO celebrado en la ciudad japonesa de Kyoto.
Esta declaración es el máximo reconocimiento a nivel mundial que puede recibir un Bien Cultural. Es la primera vez que una declaración contempla una forma de expresión en su conjunto, incluido el entorno natural en el que se enmarca, lo que implica que todo nuevo descubrimiento en este núcleo de Nerpio se integra automáticamente en la Lista de Patrimonio de la Humanidad con la categoría de “Paisaje Cultural”.

Nuestra historia se remonta a los grupos humanos, a las bandas de cazadoresrecolectores y que después se convirtieron en pastores y agricultores, que habitaron estas sierras entre el 9000 y 3000 antes de Cristo.
En este período vivieron los grupos que plasmaron sus ideas y creencias en abrigos o covachos al aire libre. Nos pueden parecer tiempos muy remotos pero nos estamos refiriendo a las etapas más recientes de la humanidad.
Emociona contemplar en agrestes parajes y en recónditos abrigos, las imágenes transmitidas por los más antiguos pobladores de nuestro territorio; los grandes animales, las figuras humanas que representan y transmiten la vida cotidiana o simbólica de aquellos últimos cazadores-recolectores que perpetuaron las representaciones más sagradas de su universo.
La mayoría de los abrigos con arte rupestre del núcleo de Nerpio se encuentran en lugares agrestes y escarpados, en barrancos o cañones de difícil acceso, otros son verdaderas atalayas desde las que se pueden controlar amplias superficies del territorio.
En las paredes de estos abrigos nuestros antepasados buscaban lo que en cada momento necesitaban; protección, lugar de reunión o celebración, la proximidad de pasos de animales o el control sobre el espacio que les rodea, y en ellos nos dejaron sus pinturas.
A pesar de ser lugares tan singulares para estas sociedades tribales, en muy pocos de ellos se han encontrado indicios de ocupación cotidiana por lo que nos inclinamos a pensar que estos lugares funcionaban como verdaderos “santuarios” a los que se acudía sólo para pintar.
El arte rupestre es la única manifestación cultural de la humanidad que se ha desarrollado sin interrupción durante varias decenas de milenios y que ha llegado a nosotros bajo sus múltiples formas. Este arte forma parte del universo del espíritu humano como el canto, la danza o la religión y estos ejemplos indican que los principios de la “creación artística” no son fruto de una cultura o una etnia particular sino de un componente esencial del hombre moderno.

En el arte rupestre del núcleo de Nerpio se distinguen principalmente dos formas básicas de expresión claramente diferentes: nos estamos refiriendo a los denominados Arte Levantino y Arte Esquemático, no existiendo grabados ni esculturas.
El Arte Levantino tomó su nombre de la zona en la que oficialmente se dieron a conocer los primeros descubrimientos, el Levante Español.
Los abrigos o covachos de Nerpio que albergan este tipo de arte rupestre presentan emplazamientos en zonas de sierra y adecuados para la caza. El estilo de estas pinturas se caracteriza por el marcado naturalismo y estilización de la mayor parte de sus figuras, que aisladas o formando escenas, tienen un marcado simbolismo descriptivo y dinámico.
La viveza y el movimiento, la oblicuidad, la simplicidad y la economía de formas, son elementos que definen y otorgan este carácter especial a un tipo de arte rupestre prehistórico que muy bien pudiera tener sus referentes en las magníficas representaciones animalísticas de finales del Paleolítico Superior.
Las escenas nos relatan situaciones muy variadas y complejas de definir. Hombres al acecho o cazando, grupos humanos guerreando, fiestas o celebraciones rituales, mujeres danzarinas o recolectoras. Existe una notable y evidente dificultad a la hora de aproximarnos a la compleja mentalidad primitiva. Ello hace que frente al aparente corpus homogéneo que parece conformar este tipo de arte rupestre, puesto que gran
parte de su contenido nos evoca un mundo social y económico de sociedades cazadoras recolectoras, haya también por el contrario, un reducido grupo de escenas y composiciones de carácter muy diverso que quizás habría que explicar teniendo en cuenta otro tipo de condicionantes y motivaciones y que hoy por hoy se nos escapan.
El profesor Jordá nos decía en 1987 que el arte rupestre fue el vehículo que permitió transformar las creencias en imágenes, hecho que en cierto modo venía a revitalizar la vieja idea de L. Levy Bruhl que el arte rupestre de los mal llamados pueblos primitivos era la expresión plástica de las representaciones o momentos más sagrados de la comunidad.
El Arte Esquemático está muy extendido por toda la Península Ibérica, siendo minoritario en el núcleo de Nerpio si lo comparamos con el Arte Levantino que supone un 70% de toda Castilla-La Mancha.
El estilo esquemático se caracteriza por presentar una gran simplicidad en sus trazos, que pueden quedar reducidos a las líneas esenciales de las figuras que representan. Los trazos son de un grosor variable y de perfiles poco precisos e irregulares. Todo indica que lo que más interesaba a sus autores era el simbolismo del mensaje más que el resultado estético o artístico.
En las figuras humanas podemos distinguir claramente el tronco y las extremidades pero casi siempre están ausentes los detalles corporales y adornos personales.
Los animales se dibujan con trazos lineales más o menos gruesos, de perfiles imprecisos e irregulares y que eventualmente presentan algún rasgo diferenciador como la cornamenta. Sin embargo, la mayoría de las veces los artistas esquemáticos pintan figuras geométricas que por su marcada abstracción no podemos interpretar. Entre los más frecuentes destacan los puntos y digitaciones, los elementos ramiformes y cruciformes o los trazos en zig-zag.
Un aspecto que ha llamado la atención de los investigadores es que muchos de los abrigos con manifestaciones esquemáticas se encuentran en las proximidades o sobre antiguas rutas de comunicación y tránsito de ganado, lo que podía estar muy relacionado con los inicios de la actividad ganadera en estas Sierras del Sureste.
Se ha constatado también que en algunos casos las pinturas Levantinas y Esquemáticas se representan en un mismo conjunto, como en Solana de las Covachas o en Barranco Bonito, en otras ocasiones, las pinturas muestran rasgos definitorios de los dos estilos, lo que podía indicar que existió algún tipo de vínculo entre ambas manifestaciones o quizás una coexistencia entre las últimas tribus de cazadores-recolectores y los primeros neolíticos. Este conjunto de circunstancias ha motivado la realización de numerosos estudios dirigidos a clarificar si las sociedades y culturas de estos pintores se sucedieron en el tiempo o fueron coetáneas, o quizás por el contrario, sean el fiel reflejo de dos mundos diametralmente opuestos

Los pintores levantinos eran muy detallistas. Pintaban a hombres y mujeres con adornos personales y en ocasiones se puede llegar a apreciar rasgos de su sexo o detalles de su vestuario o peinado. Las figuras femeninas, más escasas, aparecen ajenas a la caza. Se representan en grupos, danzando en actos rituales, en parejas o junto a figuras de animales a los que incluso llega a tocar. Todo indica que primero pintaban las siluetas o perfil de sus figuras con instrumentos que permitían trazos finos y precisos, y después rellenaban, total o parcialmente, con una tinta plana monocroma en tonalidades diferentes de rojo y/o negro. Pero ¿quiénes eran estos pintores? Debieron ser miembros de la tribu o clan, con influencia y autoridad, no sabemos si era hombre o mujer, quizás chamanes o magos, pero en lo que todos coincidimos es en su innegable talento y habilidad para en la pared rugosa de un abrigo realizar unas pinturas cuyo único referente era la propia realidad.

¿Con qué pintaban estos creadores prehistóricos? Los análisis de pigmento realizados sobre varias muestras de arte levantino y esquemático de la vecina zona de Moratalla, pusieron de manifiesto la uniformidad de las recetas a la hora de preparar la pintura o el pigmento. Todas las muestras de color rojo tienen en su principal componente un silicato de aluminio ferruginoso, conocido como bol rojo, de composición muy similar a la del ocre pero más compacto y untuoso. Por su parte, el color negro se corresponde con el negro orgánico de carbón, dividido en partículas opacas y amorfas identificadas como negro humo, no habiéndose descartado totalmente el negro manganeso. Estos pigmentos se trituraban y se mezclaban con agua u otros líquidos así como algún aglutinante para conseguir una mayor fijación en la pared del abrigo. Una vez conseguida la pintura, ésta se aplicaba directamente sobre la roca con los dedos o con la ayuda de pinceles rudimentarios fabricados con plumas de ave, pelo de animal o fibras vegetales. Parece un fenómeno inexplicable que unas pinturas milenarias se hayan conservado hasta nuestros días. Confluyen en ellos varias circunstancias, quizás la utilización de este pigmento mineral y muy resistente como el óxido de hierro, su disposición en un lugar adecuado y la consiguiente mineralización y fosilización con el paso del tiempo han hecho posible su permanencia hasta nuestros días.

A pesar de su extrema fragilidad y vulnerabilidad, estas manifestaciones culturales han perdurado casi milagrosamente hasta nuestros días. Hoy más que nunca corren un serio peligro. Los elementos degenerativos son, por un lado, la acción erosiva de los agentes naturales: el agua, el sol, el viento, las fuertes oscilaciones térmicas. En otros casos, las rocas son atacadas por agentes químicos que provocan una disgregación o descamación, o son colonizadas por microorganismos vegetales como algas cianofíceas que provocan una destrucción del soporte pétreo con la consiguiente pérdida del pigmento. Las condiciones ambientales y el paso del tiempo son grandes enemigos para su conservación, pero posiblemente el peor de estos enemigos se el propio hombre, que con numerosas acciones vandálicas, nacidas de la ignorancia o la maldad, son las responsables del deterioro y la pérdida irreversible de muchos de estos tesoros universales. Debemos tener presente que somos depositarios y trasmisores de un legado histórico y universal que tenemos que conservar y proteger para uso y disfrute de generaciones futuras y para eso es necesaria la implicación de todos en la promoción de una mayor y mejor educación patrimonial de la sociedad.